La iglesia liberadora es una forma de entender y vivir la fe cristiana que se inspira en el Evangelio y en la práctica de Jesús de Nazaret, especialmente en su cercanía con los pobres, los excluidos y los marginados. No es una “iglesia aparte”, sino una manera de ser Iglesia desde una opción concreta: la opción preferencial por los pobres.
Algunos rasgos de la iglesia liberadora:
1. Cristocéntrica y encarnada
Se inspira en Jesús, quien anunció el Reino de Dios no solo con palabras, sino con hechos de justicia, curación y cercanía con los más necesitados.
2. Compromiso con la justicia
No se limita a la asistencia o la caridad, sino que busca transformar las estructuras injustas que generan pobreza y exclusión.
3. Comunidades vivas
Se expresa en las comunidades eclesiales de base, donde la fe se vive en fraternidad, participación, lectura popular de la Biblia y acción concreta en la vida cotidiana.
4. Dimensión profética
Denuncia las injusticias, se enfrenta al poder cuando oprime, y anuncia un mundo nuevo basado en la dignidad, la solidaridad y la igualdad.
5. Espiritualidad liberadora
Se alimenta de la oración, la Eucaristía y la Palabra, pero siempre unida a la vida del pueblo y a la práctica de la justicia.
En América Latina, esta visión se consolidó con la teología de la liberación, que proclamó: “La gloria de Dios es que el pobre viva”.
En pocas palabras, la iglesia liberadora es la iglesia que no se queda en los templos, sino que camina con el pueblo, lucha por su dignidad y anuncia un Reino de Dios que comienza aquí y ahora, en la vida concreta de los más olvidados.

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