El 7 de febrero falleció en
Guatemala la hermana Raquel Saravia.
CAUCE guarda su memoria agradecida. Ella
especialmente intervino con su
congregación pidiendo a CAUCE, que
comenzaba su camino, un video sobre los
100 años de la congregación en Guatemala. Fue nuestro primer trabajo.
Luego tuvimos en nuestra
acción de solidaridad seguimos en varias
ocasiones sintiéndola cercana a nosotros. Siempre tuvimos su ejemplo apostólico, de solidaridad con el pueblo
guatemalteco y su fe.
Por eso les ofrecemos esta
pequeña biografía escrita por Fernando
Bermúdez.
Raquel Saravia,
profeta de la liberación
Trataré de retratar, en estas
breves páginas, a una mujer de talla extraordinaria que perfila con altura y
coraje la mística profética de la liberación. Su vida refleja su infatigable
vocación educadora, evangelizadora, teóloga y escritora.
Raquel es una de esas mujeres que
dejan huella no sólo en la vida religiosa sino también en la Iglesia y sociedad
guatemalteca y latinoamericana. Conocí a la Hermana Raquel en el año 1980
en un congreso de la Conferencia de Religiosos/as (CONFREGUA). Desde el primer
momento me impactó su jovialidad, entusiasmo, audacia, brío y opción por los
pobres en unos tiempos en donde hablar de esta opción era considerado por los
poderes del Estado como subversivo.
Raquel Saravia nació en la ciudad
de Guatemala en 1942. Se graduó de maestra de Educación Primaria, estudió el
Profesorado en Ciencias Sociales y obtuvo la licenciatura en Historia en la
universidad nacional de San Carlos.
Es una mujer abierta a la acción
del Espíritu. Llegó el día en que decidió “seguir a Jesús en radicalidad”. Entró en la Congregación de la
Sagrada Familia de Helmet. Inició su misión dando clases en el colegio
Belga-Guatemalteco de la Congregación, en la ciudad de Guatemala, transmitiendo
su entusiasmo a las alumnas.
La Educación fue para ella una
vocación que la hizo vibrar durante toda su vida, entendida ésta como el
desarrollo de la conciencia y la creatividad del alumnado. Las alumnas
pertenecían a la clase media alta. Vivían en un ambiente acomodado, mientras en
el campo y en los más alejados pueblos y aldeas la gente se encontraba en una
situación de extrema pobreza y abandono. Raquel confiesa que “un día me topé con Jesús en los pobres
de mi pueblo”. Aquella llamada de Dios a
Moisés “He visto la
opresión de mi pueblo en Egipto… Ve pues y libera a mi pueblo” no la dejaba tranquila. Raquel detecta
la presencia de Dios entre los más pobres y excluidos de la sociedad y en las
luchas reivindicativas de los campesinos, indígenas, mujeres…
En un discernimiento de fe,
Raquel, junto con su comunidad, opta por iniciar la conocida “Operación
Uspantán”. Veía necesario que las jóvenes entraran en contacto con la realidad
de pobreza del campesinado indígena. Aprovechando la presencia de varias
Hermanas de la Congregación en la misión de Uspantán (Quiché) pidieron alumnas
voluntarias para convivir por un tiempo con la gente campesina, dando clases a
los niños, organizando talleres de formación con mujeres, y sobre todo
aprendiendo de su experiencia…
Las jóvenes que habían
participado en este proyecto regresaban impactadas por la situación de pobreza
en que vivía la población indígena, carente de servicios de salud y educación,
marginada, excluida, ignorada… Vieron con sus propios ojos esta cruda realidad,
escucharon los lamentos de la gente, comprendieron que hay otra Guatemala
totalmente desconocida para las chicas de la Ciudad. Después, compartían con
pasión esta experiencia entre sus compañeras de colegio, familiares y
amistades. Este encuentro con el campesinado significó para ellas una escuela
de formación vital, de manera que algunas de estas jóvenes se involucraron,
años más tarde, en organizaciones político-sociales que buscan un cambio
estructural en el país. Varias de ellas fueron secuestradas y asesinadas por
los escuadrones de la muerte.
La violencia se agudizó en el
país. Cada día caían, por la represión del ejército, catequistas, mujeres,
niños y niñas, jóvenes, sacerdotes, gente comprometida por la justicia. En ese
tiempo Raquel era vicepresidenta de CONFREGUA y, junto con su equipo, emite un
Comunicado denunciando esta situación de pecado.
Como consecuencia, ella y el
equipo directivo fueron señalados como subversivos, comunistas, guerrilleros.
El exilio fue la consecuencia de esa opción por los pobres. Su Congregación
envía a Raquel a Roma a estudiar Teología. Al igual que Moisés, el dolor de su
pueblo lo llevaba como herida sangrante en su corazón, sobre todo el asesinato
de varias ex-alumnas, de amigos religiosos y la larga lista de mártires que
seguían dando su vida, desde la fe, por otra Guatemala distinta.
Terminados los estudios de
teología regresa a México, dado que no podía entrar en Guatemala. Ahí entra en
contacto con el obispo de San Cristóbal de las Casas (Chiapas), Samuel Ruiz, y
el de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, y organizan la Secretaría de Refugiados
guatemaltecos. Encontró en estos obispos una gran solidaridad con los refugiados,
que en ese momento ya sobrepasaban los 50.000 en los campamentos de Chiapas.
Participó junto con estos obispos y con Pedro Casaldáliga, quién realizó varios
viajes a Centroamérica y México, en la creación del Secretariado Internacional
de Solidaridad “Monseñor Romero”.
Siempre tan activa, y motivada
por su amor a Cristo presente en los crucificados de la tierra, anima la
solidaridad con los refugiados. Raquel expresó que “la solidaridad se hizo ternura en el
corazón de los mexicanos”. En sus
viajes a los campamentos compartía cursos de catequesis y charlas de análisis
de coyuntura, pero como bien dice ella: “Siempre era yo la que regresaba llena
de Dios por el testimonio que nos daban de perdón y esperanza, a pesar de los
horrores que habían vivido y la pérdida de familiares. La lucha por la vida, su
resistencia en medio de las penas y la lucha por su liberación, surgían de una
fe profunda en el Dios de los pobres”. Raquel trabajó duro, pero con una gran alegría que se desbordaba
en el servicio a su pueblo y la transmitía a los demás. Siempre se manifestó
como una persona dinámica, alegre, jovial, llena de fe, mujer abierta al
Espíritu de Dios y con grandes esperanzas en la transformación de Guatemala.
Después de diez años de exilio,
regresa a Guatemala. Creyó que le esperaban años de descanso y quietud, pero
dice ella que Dios le pedía que diera más. “Quería que transmitiera mi experiencia
a la vida religiosa”. Fue
nombrada maestra de novicias, profesora de junioras del Inter-Congregacional,
superiora Regional de la Congregación, presidenta de CONFREGUA en donde
configura el equipo de mujeres teólogas. Apoyó, con singular énfasis, la
pastoral de la mujer, configurando un equipo de teólogas religiosas y laicas
que iluminan esta pastoral mediante encuentros de formación y promoción de
actividades con grupos de mujeres en las parroquias.
Fue vicepresidenta de la
Conferencia Latinoamericana de Religiosos y Religiosas (CLAR). Su trabajo
consistió en compartir los nuevos caminos e ideales de vida religiosa del post-Concilio
y del post-Medellín. Ha seguido paso a paso el caminar de la vida religiosa
latinoamericana, encontrando en ella luces y sombras. Fue inyectando el carisma
profético y liberador que debe caracterizar a la vida religiosa. Raquel
apuesta, al igual que el Papa Francisco, por la sencillez y austeridad
evangélica en la vida religiosa, la compasión, la opción por los empobrecidos
de la tierra, el diálogo fraterno y por una actitud positiva y esperanzadora de
la vida.
Vivió con profundo dolor el
martirio del obispo Juan Gerardi, profeta de la Recuperación de la Memoria
Histórica, buen pastor que dio la vida por el reconocimiento y dignidad de las
víctimas de la guerra. Años después, Raquel recibió el galardón “Orden Monseñor
Juan Gerardi a los Derechos Humanos” de parte del Arzobispado por su compromiso
con los más marginados.
Participó en la Conferencia del
CELAM de Aparecida (Brasil) junto con los obispos. Fue posteriormente
copresidenta del SICSAL con monseñor Álvaro Ramazzini. Su compromiso no se
limitó al ámbito religioso y eclesial, participó también en la Comisión de
Reconciliación por la Paz en Guatemala. Es una mujer, que desde su fe, se ha
venido comprometiendo por la justicia y la paz. Ha sabido unir fe y vida,
mística y profecía, espiritualidad y compromiso socio-político.
Su experiencia de vida religiosa
ha sido una larga experiencia de Dios, que le ha conducido por caminos
insospechados y le ha proyectado a la lucha por la solidaridad, la justicia y
la liberación de los marginados, los pobres, los indígenas, la mujer… Confiesa
que “Dios me ha
conducido a una pasión profética que brota de la experiencia misma que mira la
realidad desde Dios”.
En la actualidad, Raquel se
encuentra bastante enferma, pero no pierde la serenidad, la lucidez y la esperanza.
Con motivo del 15º Aniversario del martirio de Mons. Gerardi, varias
organizaciones, entre ellas el SICSAL, le concedieron un reconocimiento por el
trabajo, de tantos años, a favor de la liberación integral de su pueblo.
Esta es Raquel Saravia, mujer
profeta de Dios al lado de los pobres, soñadora y luchadora por otra Guatemala
y otra Latinoamérica de justicia y fraternidad.
Fernando
Bermúdez
Servicio
Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos de América Latina
http://www.sicsal.net/articulos2/node/314