14 de octubre de 2022

PALABRAS A VOLEO, SEGUIR


La palabra que hoy echamos a voleo puede, como nos ha sucedido muchas veces, tener relación directa con algo, alguien, que tiene una inquietud en su vida, que esta reflexión que leen se la provoque y no sea, como Bob Dyln canta, “blowing in the wind”. Soplar en el viento. 

Vamos directamente   con la palabra de hoy. Tratamos de  SEGUIR

Podemos seguir a alguien, como cuando el profeta de   Galilea decía a alguien sentado en su pasividad: “Sígueme”; o simplemente podemos en nuestra corta vida   seguir un camino, un trabajo, no decimos a quién.  Podemos seguir durante corto tiempo o el mayor que podamos, no eternamente, como seres perecederos, aunque…

Es triste sentir que acciones de servicio, que se han llevado durante muchos años, misiones de conciencia social, programas de desarrollo, culturales, han tenido que abandonarse    por   motivos que les hacían difícil su permanencia en aquel país en plena crisis. Vieron   los compañeros de aquella comunidad que fuerzas inesperadas les obligaban a marchar. 


Cuando el avión se elevaba   sobre los barrios que sus pies habían recorrido, los   viajeros comentaba: “” Nosotros nos marchamos, pero aquí se queda ese grupo de buenos amigos cargados   con los problemas que durante años les hemos acompañado a llevar (una escuelita, una actividad de educación no formal, una emisora, una parroquia perdida en la selva, unas barriadas en barrancos de las afueras …) 

Las personas que hacían comunidad con ellos se han visto sorprendidas por su marcha.

Ellos, Los que vuelven a su tierra, al aterrizar   después de unos de años apasionantes en esa misión, se quedan mirando allá lejos con nostalgia.  Han   aterrizado en su país de origen, pero sienten que “no han despegado de allí.”  No tienen por qué despegar mientras su acción pueda seguir a distancia. ¿Seguir?

Nos viene a la memoria la frase de un fundador de   comunidades misioneras: “Una congregación es como un hombre que no muere”.  No muere, pero peor si se le muere su sueño, su trabajo, su campo sembrado   de futuro que se va secando.

 En estos tiempos, en que los medios de comunicación extienden   por todas partes sus brazos como un pulpo, ¿será   posible, que también siga viva la comunión de los retornados con los que no han dejado de ser sus amigos   por encima de las distancias?

En su lugar de origen, al volver se reencuentran con viejos compañeros que se interesan por   sus aventuras en aquellos años de servicio. También   tropiezan con otros   a quienes trae al fresco la vida que ellos llevaron allá lejos. No hay preguntas.

 Aunque se sorprenden al encontrar   nuevos compañeros   que les interrogan, les escuchan, se   han sentido palpitando   en la vida que les cuentan, la que han dejado, pero no han abandonado.    Algunos   que aparentemente llevan una vida tranquila, sin muchas complicaciones, les hacen ver que a ellos también les gustaría asomarse a horizontes como los suyos; que comprenden que ese encuentro con hermanos de otros países les golpea la conciencia.  “A mí también - les dicen -   me gustaría poner mis fuerzas en algo como lo tuyo, pero fíjate que me lo impide   mi salud, mi familia, mis compromisos…

 Los retornados, también   porque   les fallaba la salud, les sobraba edad, problemas personales o familiares se les quedan mirando: “Pero a lo mejor tú puedes ser alguien que ayude a mantener la vida, la acción de esas comunidades que hemos dejado.  Allí ha quedado   gente que tú aun no conoces, pero que, desde aquí, junto a nosotros y con ellos, como un puente, puedes hacer pasar esfuerzos, iniciativas que mantengan con vida lo que habíamos comenzado y que todavía sigue vivo. 

Se sientan juntos a pensar.  Agarran un bolígrafo o encienden el ordenador y juntos, desde aquí, siguen recreando iniciativas para allí.

 Pueden tratar de aportar ideas, materiales de trabajo, base económica, libros o documentos. Pueden   considerar posible un viaje de más o menos tiempo donde  


encuentren en vivo y en directo las situaciones y crisis en aquellos pueblos hermanos, tal como   les habían relatado.

 En unos cuantos días o meses   esos voluntarios solidarios, pueden retomar el contacto, hacer que el tiempo que   dieron los anteriores se llene de nueva acción.  Podrían conseguir   que esa acción   se haga también presencia de nuevos actores, una presencia que no muera; que   los   primeros que empezaron aquella misión no se queden con la sensación de que aquello pasó; en cambio sientan que la comunidad donde ellos vivieron sigue caminando.

 Que no se trata sólo de un hombre que no muere     sino de una presencia   que sigue viva y activa

Si termina aquella acción liberadora pero los pueblos y comunidades se quedan sin nuevo ánimo, tal vez no mueran, pero se quedan plastificadas.

Ahora  que  se habla tanto en las congregaciones religiosas de la crisis de vocaciones y que también -  tal vez por eso - se  habla más de  laicos y laicas  comprometidas  seguidores   del  campesino de Nazaret,  puede  que alguien que lea esto   se quede pensando: 

“pues  a ver si hacemos que  esto  siga palpitante,  que   no muera  lo   que 


hace años   empezó y que aparezcan por los caminos  hombres y mujeres, con votos  o  con botas o sandalias  dando vida y liberación a cientos de comunidades por el mundo.

Y así, los que allí estuvieron, se mantengan con la sensación de que no, no se han ido, porque aquello sigue.

BLOG TODOS SOMOS UNO

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