HUELGA
¿Cuándo se habla de esta palabra que presentamos hoy se supone que se trata de albañiles, mecánicos,
camioneros o pilotos de aviación… pues fíjese que hoy tenemos que tratar y destacar una que empiezan ciertas jerarquías eclesiásticas… es posible? Les pedimos que lean atentamente este informe de Religión digital y luego pidan a Dios por el Papa Francisco.
Un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo: Eduardo de la Serna Huelga en la curia vaticana
¿Realmente hay una primavera y terminó el invierno eclesial?
Huelga en la curia vaticana
Que un papa sea primaveral no significa que la Iglesia lo sea
Mirando la curia quizás haya que decir "esa no es la Iglesia del Señor"
Una Iglesia no impregnada del Evangelio nunca podrá ser primaveral.
07.06.2022 Eduardo de la Serna
El cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, presidente de la comisión de cardenales responsables de la renovación de la curia vaticana, acaba de afirmar, en un encuentro virtual organizado por Religión Digital que en la curia hay una “huelga de brazos caídos” contra la reforma “demasiado largamente esperada”. Y puso como ejemplo que, a pesar que la constitución Predicate Evangelium entró en vigencia a partir de Pentecostés, esta no ha sido traducida y sólo se encuentra disponible en italiano. Ciertamente es un síntoma.
Dicen que en Roma arrecian las preguntas. ¿Qué hará el Papa? Se habla de renuncia (sería el segundo Papa consecutivo que “se carga” la curia). La visita a la tumba de Celestino, el papa renunciante, alentó los rumores.
Si bien es cierto que un Papa concita la suma del poder público y el papado es la última monarquía absolutista de Occidente, pareciera que la burocracia (si es que se tratara sólo de burocracia y no, directamente, de mafia) es más poderosa todavía.
Pero esto me lleva a pensar que durante estos tiempos he escuchado decir, en exceso, por cierto, que ha terminado el “invierno eclesial” y hemos entrado en primavera gracias a Francisco, y – resulta – una nueva ola polar congela todos los anhelos y esperanzas. El papado podrá ser todo lo primaveral que se quiera, pero – y ya lo sabemos bien – “el Papa no es la Iglesia” (claro que la curia vaticana tampoco lo es). Muchos tienen la mirada puesta en el próximo consistorio de agosto. A diferencia de los anteriores, este durará dos días. ¿Qué hará el Papa, se preguntan? Lo razonable es esperar; pero, esperar, creo, sin poner ni en el Papa, ni en los cardenales, no en la curia nuestra esperanza.
Recientemente se han hecho públicos bastantes trabajos sobre los excesos y sobre aberraciones curiales. Desde desórdenes (descontroles, más bien) sexuales, orgías, drogas y alcohol, desde cardenales atrincherados en palacios y hasta de crímenes. La nunca aclarada muerte de Juan Pablo I ha vuelto al centro de la escena ante la posibilidad de su beatificación.
Ciertamente no seré yo el que siquiera insinúe lo que se ha de hacer. Pero me resulta sintomático que podrá hablarse, dulzonamente, de Iglesia sinodal, pero no es menos cierto que se está a años luz de que eso sea algo más que un slogan. Decenas de episcopados (me consta de varios) no han dado ni un paso sea para el sínodo de la Amazonía, o para el Sínodo sobre los sínodos o la Asamblea de América. Sería sacar a los episcopados de sus zonas de confort, de su aburguesamiento y de sus espacios de poder. Too much. Sin duda (yo no dudo) sería un sueño que la Iglesia fuera verdaderamente sinodal. Pero…
Veamos ejemplos: si se habla de “Iglesia sinodal” y no de “curia sinodal” ¿por qué no hay una presencia estruendosa de mujeres? (y no pretendo que sea proporcional a su presencia en las comunidades, porque, de ser así, el 80% o más del sínodo debería estar conformado por ellas). La Iglesia no ha dejado de ser jerárquica y vertical, la curia lo es (por más insinuaciones al respecto de la Constitución Predicate Evangelium al respecto), los obispados lo son. Podemos pensar que son las consecuencias del extremadamente largo pontificado de san (sic) Juan Pablo II y su continuación benedictina, y sin duda mucho de eso es verdad.
La mayoría de los cardenales, sin embargo, han sido elegidos por Francisco (por eso de que los cardenales suelen ser elegidos a una alta edad y la cronoterapia hace lo suyo). Y, de ser así, el próximo cónclave debiera ser continuidad del presente. Pero nombramientos de este pontífice (y su falta de acción o reacción ante actitudes lamentables de cardenales) no invitan a tener excesivo optimismo: Müller fue reemplazado por Ladaria, Rouco por Omella, para poner ejemplos. Ejemplos de cambios sin cambio.
Se ha hablado de huelga en la curia, y huelga decir que el Evangelio de Jesús por ahí no parece haber pasado. Y, permítaseme decirlo, en la Iglesia nunca podrá haber primavera si no comienza con Jesús y su Evangelio. El teólogo Joseph Ratzinger ya afirmaba que la reforma en la Iglesia debe siempre mirar las fuentes del Jesús histórico para luego mirar el presente con ojos de futuro:
«Por tanto, aunque la renovación de la Iglesia sólo puede venir del retorno a su origen, tal renovación es algo completamente distinto de restauración, glorificación romántica del pasado (que, a fin de cuentas, sería tan poco cristiana como la simple modernización). Y esto se debe, en última instancia, a que el Jesús histórico, en el que se apoya la Iglesia, es a la vez el Cristo que ha de venir, el que la Iglesia espera; a que Cristo no es simplemente un Cristo ayer, sino a la vez el Cristo hoy y siempre (cfr. Heb 13, 8)». [J. Ratzinger, Concilium 1 (1965)]
¿Cómo se podría lograr que el Evangelio de Jesús, ese que habla del reinado de Dios, ese centrado en los pobres, ese que es buena noticia subversiva y desestabilizadora, impregne la vida, las palabras y las actitudes en la Curia romana? No lo sé. Ciertamente no lo sé. Sí sé que, así como Pablo no duda en decir que las celebraciones eucarísticas de Corinto en las que los ricos se desentienden de los pobres “eso no es la cena del Señor” (1 Cor 11,20), mirando la resistencia curial a la renovación no es insensato afirmar “eso no es la Iglesia del Señor”.
Si se ha afirmado con notable frecuencia que “el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia” (Pablo VI, Benito XVI, Francisco) una iglesia que no se deja impregnar por el que “renueva la faz de la tierra”, el que “hace nuevas todas las cosas”, el “que habló por los profetas” se parece más a una nostálgica institución anquilosada y esclerosada, no al Pueblo de Dios, ese que, cuando sí había primavera, sabía abrir puertas y ventanas, mostrar flores y frutos y hasta lograr que muchos dijeran “miren como se aman”.
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